Vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
Las banderas reales se adelantan
y la cruz misteriosa en ellas brilla:
la cruz en que la vida sufrió muerte
y en que, sufriendo muerte, nos dio vida.
Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo
que, al ser herido por la lanza dura,
derramó sangre y agua en abundancia
para lavar con ellas nuestras culpas.
En ella se cumplió perfectamente
lo que David profetizó en su verso,
cuando dijo a los pueblos de la tierra:
«Nuestro Dios reinará desde un madero.»
¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,
árbol ornado con la regia púrpura
y destinado a que su tronco digno
sintiera el roce de la carne pura!
¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,
en que estuvo colgado nuestro precio,
fuiste balanza para el cuerpo santo
que arrebató su presa a los infiernos!
A ti, que eres la única esperanza,
te ensalzamos, oh cruz, y te rogamos
que acrecientes la gracia de los justos
y borres los delitos de los malos.
Recibe, oh Trinidad, fuente salubre,
la alabanza de todos los espíritus,
y tú que con tu cruz nos das el triunfo,
añádenos el premio, oh Jesucristo. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Crucificado resucitó de entre los muertos y nos redimió. Aleluya.
Salmo 146
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.
Ant. El Crucificado resucitó de entre los muertos y nos redimió. Aleluya.
Ant. 2. En medio de la ciudad santa de Jerusalén está el árbol de la vida, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Aleluya.
Salmo 147
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Ant. En medio de la ciudad santa de Jerusalén está el árbol de la vida, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Aleluya.
Ant. 3. Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
Cántico Flp 2, 6-11
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre";
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Ant. Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA BREVE 1 Co 1, 23-24
Predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Esta señal brillará en el cielo cuando venga el Señor.
R. Cuando venga el Señor.
V. Alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
R. Cuando venga el Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Esta señal brillará en el cielo cuando venga el Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos para entrar en su gloria.
MAGNIFICAT Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos para entrar en su gloria.
PRECES
Oremos a nuestro Redentor, que por su cruz nos ha salvado, y digámosle confiados:
Por tu cruz, Señor, llévanos a tu reino.
Oh Cristo, que te anonadaste a ti mismo, tomando la condición de esclavo y pasando por uno de tantos,
— haz que la Iglesia imite siempre tu humildad.
Cristo Señor, que te rebajaste hasta someterte incluso a la muerte y una muerte de cruz,
— haz que te sigamos por el camino de la obediencia y de la paciencia.
Cristo Señor, que fuiste levantado por Dios y recibiste el «Nombre-sobre-todo-nombre»,
— concede a todos tus fieles perseverar hasta el fin.
Cristo Jesús, ante cuyo nombre se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo,
— haz que todos los hombres te adoren y vivan en tu paz.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Cristo Jesús, a quien toda lengua proclamará: Señor, para gloria de Dios Padre,
— recibe a nuestros hermanos difuntos en el reino de la eterna felicidad.
Terminemos nuestra oración con las palabras que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
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