Liturgia de las horas

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Temblando estaba de frío
el mayor fuego del cielo,
y el que hizo el tiempo mismo
sujeto al rigor del tiempo.

Su virgen Madre le mira,
ya llorando, ya riendo,
que, como es su espejo el Niño,
hace los mismos efectos.

No lejos el casto esposo
mirándole está encogido,
y de los ojos atentos
llueve al revés de las nubes,
porque llora sobre el cielo. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. A los tres días, encontraron a Jesús en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Salmo 121
LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo (Hb 12,22)

¡Qué alegría cuando me dijeron:
"Vamos a la casa del Señor"!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
 
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
 
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
 
Desead la paz a Jerusalén:
"Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios".
 
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: "La paz contigo".
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Ant. A los tres días, encontraron a Jesús en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Ant. 2. Jesús bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

Salmo 126
EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
 
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
 
La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en manos de un guerrero
los hijos de la juventud.
 
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
No quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Ant. Jesús bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

Ant. 3. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Cántico Ef 1, 3-10
EL PLAN DIVINO DE LA SALVACIÓN

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
 
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
 
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
 
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
 
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Ant. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

LECTURA BREVE Flp 2, 6-7

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos y actuando como un hombre cualquiera.

RESPONSORIO BREVE

V. Tenía que parecerse en todo a sus hermanos,
R. Para ser compasivo. 
V. Apareció en el mundo y vivió entre los hombres. 
R. Para ser compasivo.
V. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. 
R. Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser compasivo. 

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.» «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»

MAGNÍFICAT Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.» «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»

PRECES

Adoremos a Cristo, Hijo del Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana, y aclamémosle, diciendo:

Tú eres, Señor, el modelo y el salvador de los hombres.

Oh Cristo, por el misterio de tu sumisión a María y a José,
— enséñanos el respeto y la obediencia a los que nos gobiernan legítimamente.

Tú que amaste a tus padres y fuiste amado por ellos,
— afianza a todas las familias en el amor y la concordia.

Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre,
— haz que Dios sea honrado en todas las familias.

Tú que quisiste que tus padres te buscaran durante tres días,
— enséñanos a buscar siempre primero el reino de Dios y su justicia.

Tú que has dado parte en tu gloria a María y a José,
— admite también a nuestros difuntos en la familia de los santos.  

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. 

ORACIÓN

Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo,  concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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