Vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
No se? de do?nde brota la tristeza que tengo.
Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce,
sobre el agua del tiempo, por donde voy y vengo,
casi fuera de madre, derramado en el cauce.
Lo mejor de mi vida es el dolor. Tu? sabes
co?mo soy; tu? levantas esta carne que es mi?a;
tu?, esta luz que sonrosa las alas de las aves;
tu?, esta noble tristeza que llaman alegri?a.
Tu? me diste la gracia para vivir contigo;
tu? me diste las nubes como el amor humano;
y, al principio del tiempo, tu? me ofreciste el trigo,
con la primera alondra que nacio? de tu mano.
Como el u?ltimo rezo de un nin?o que se duerme
y, con la voz nublada de suen?o y de pureza,
se vuelve hacia el silencio, yo quisiera volverme
hacia ti, y en tus manos desmayar mi cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espi?ritu,
por los siglos de los siglos. Ame?n.
SALMODIA
Ant. 1. Desead la paz a Jerusalén.
Salmo 121
LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
Os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo (Heb 12,22).
¡Qué alegría cuando me dijeron:
"Vamos a la casa del Señor"!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
"Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios".
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: "La paz contigo".
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Ant. Desead la paz a Jerusalén.
Ant. 2. Desde la aurora hasta la noche mi alma aguarda al Señor.
Salmo 129
DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR
Él salvará a su pueblo de los pecados (Mt 1,21).
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Ant. Desde la aurora hasta la noche mi alma aguarda al Señor.
Ant. 3. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
Cántico Flp 2, 6-11
CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre.";
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
LECTURA BREVE 2 Pe 1, 19-21
Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hace?is muy bien en prestarle atencio?n, como a una la?mpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el di?a, y el lucero nazca en vuestros corazones. Ante todo, tened presente que ninguna prediccio?n de la Escritura esta? a merced de interpretaciones personales; porque ninguna prediccio?n antigua acontecio? por designio humano; hombres como eran, hablaron de parte de Dios, movidos por el Espi?ritu Santo.
RESPONSORIO BREVE
V. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Sen?or.
R. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Sen?or.
V. Su gloria sobre los cielos.
R. Alabado sea el nombre del Sen?or.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Sen?or.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El especto del cielo sabéis interpretarlo, ¿y los signos de los tiempos no sois capaces?
MAGNIFICAT Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El especto del cielo sabéis interpretarlo, ¿y los signos de los tiempos no sois capaces?
PRECES
Invoquemos a Cristo, alegri?a de cuantos se refugian en e?l, y diga?mosle:
Mi?ranos y escu?chanos, Sen?or.
Testigo fiel y primoge?nito de entre los muertos, que nos has librado de nuestros pecados por tu sangre,
— no permitas que olvidemos nunca tus beneficios.
Haz que aquellos a quienes elegiste como mensajeros de tu Evangelio
— sean siempre fieles y celosos administradores de los mis- terios del reino.
Rey de la paz, concede abundantemente tu Espi?ritu a los que gobiernan las naciones,
— para que atiendan con intere?s a los pobres y postergados.
Se? ayuda para cuantos son vi?ctimas de cualquier segregacio?n por causa de su raza, color, condicio?n social, lengua o religio?n,
— y haz que todos reconozcan su dignidad y respeten sus derechos.
A los que han muerto en tu amor, dales tambie?n parte en tu felicidad,
— con Mari?a y con todos tus santos.
Porque Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
ORACIÓN
Oh Dios, que has preparado bienes inefables para los que te aman, infunde el amor de tu nombre en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
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