Liturgia de las horas

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. 

HIMNO

Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.
 
Vea quien quisiere
rosas y jazmines,
que, si yo te viere,
veré mil jardines;
flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.
 
No quiero contento,
mi Jesús ausente,
pues todo es tormento
a quien esto siente;
sólo me sustente
tu amor y deseo,
véante mis ojos,
muérame yo luego.
 
Gloria, gloria al Padre,
gloria, gloria al Hijo,
gloria para siempre
igual al Espíritu.
Gloria de la tierra
suba hasta los cielos.
Véante mis ojos,
muérame yo luego. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.

Salmo 109, 1-5. 7

Oráculo del Señor a mi Señor:
"siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies".
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
 
"Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora".
 
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
"Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec".
 
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso, levantará la cabeza.

Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.

Ant. 2. Una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

Salmo 120
EL GUARDIÁN DEL PUEBLO
No tendrán hambre ni sed; no les molestará el sol ni calor alguno (Ap 7, 16).

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
 
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
 
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
 
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Ant. Una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

Ant. 3. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

Cántico Cf. 1 Tm 3, 16

R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Cristo, manifestado en fragilidad humana,
santificado por el Espíritu.
 
R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Cristo, mostrado a los ángeles,
proclamado a los gentiles.
 
R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Cristo, objeto de fe para el mundo,
elevado a la gloria.
 
R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Ant. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

LECTURA BREVE Rm 8, 16-17

El mismo Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

RESPONSORIO BREVE

V. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.
R. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.
V. Fuerza y esplendor están en su templo.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». Aleluya.

MAGNÍFICAT Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». Aleluya.

PRECES

Dirijámonos confiados a nuestro Salvador, maravillosamente transfigurado en la montaña, delante de sus discípulos, y digámosle:
 
¡Dios nuestro, alumbra nuestras tinieblas!
 
A Ti, Cristo, que, transfigurado, revelaste la resurrección a tus discípulos antes de la pasión, te rogamos por tu Iglesia santa, que sufre y trabaja en el mundo, 
— para que, en la tribulación, siempre se transfigure con el gozo de tu victoria.
 
A Ti, Cristo, que tomaste a Pedro, a Santiago, y a Juan, y te los llevaste aparte a una montaña alta, te pedimos por el Papa N. y los obispos, 
— para que sirvan a tu pueblo en la esperanza de la resurrección.
 
A Ti, Cristo, que en la montaña irradiaste el esplendor de tu rostro sobre Moisés y Elías, te pedimos por los judíos, el pueblo antaño por ti elegido, 
— a fin de que consigan llegar a la plenitud de la redención.
 
A ti, Cristo, que iluminaste la tierra cuando la gloria del Creador amaneció sobre ti, te pedimos por los hombres de buena voluntad, 
— a fin de que caminen al resplandor de tu luz.
 
A Ti, Cristo, que transformarás nuestro cuerpo humilde según el modelo de tu cuerpo glorioso, te pedimos por nuestros hermanos difuntos, 
—  para que entren en tu gloria.

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

ORACIÓN

Oh Dios, que en la gloriosa transfiguración de tu Unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los profetas, y prefiguraste maravillosamente nuestra perfecta adopción como hijos tuyos, concédenos, te rogamos, que, escuchando siempre la palabra de tu Hijo, el predilecto, seamos un día coherederos de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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