Hora Intermedia
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
TERCIA
Cruz preciosa,
inmerecida:
a los hombres
diste vida.
Un dolor
en el madero;
y a los hombres
un Cordero.
Sangre roja
del combate;
y para el hombre
el rescate.
Tu victoria
es nuestra vida,
por la sangre
de tu herida.
Nuestra vida
es tu muerte
¡y para el hombre
qué suerte! Amén.
SEXTA
¡Misterio en el Calvario,
escándalo sangriento!:
el Señor de la tierra
esclavo en un madero.
Víctima escarnecida,
misterio y sacramento:
el Señor de la gloria
entre ladrones muerto.
Tú sabes que los hombres
ignoran lo que han hecho;
mas tu perdón los cubre,
Sacerdote y Cordero.
¡Misterio en el Calvario,
escándalo sangriento!
Al fin viene la hora
que espera el universo:
la cruz en él clavada
y tu gracia al acecho.
¡Víctima escarnecida,
misterio y sacramento!
Tu sangre derramada
floreció en el desierto.
¡Misterio del Calvario,
escándalo sangriento!:
la muerte muerta es vida
clavada en un madero. Amén.
NONA
SALMODIA
Ant. 1. Era media mañana cuando crucificaron a Jesús.
Salmo 39, 2-14. 17-18
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito:
me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.
Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños.
Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: "Aquí estoy
—como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad".
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.
Tú, Señor, no me cierres tus entrañas,
que tu misericordia y tu lealtad
me guarden siempre,
porque me cercan desgracias sin cuento.
Se me echan encima mis culpas,
y no puedo huir;
son más que los pelos de mi cabeza,
y me falta el valor.
Señor, dígnate librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: "Grande es el Señor"
los que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.
Ant. Era media mañana cuando crucificaron a Jesús.
Ant. 2. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde.
Salmo 53, 3-6. 8-9
Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras;
porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios.
Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno;
porque me libraste del peligro,
y he visto la derrota de mis enemigos.
Ant. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde.
Ant. 3. A la media tarde, Jesús clamó con voz potente: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Salmo 87
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
de noche grito en tu presencia;
llegue hasta ti mi súplica,
inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas,
y mi vida está al borde del abismo;
ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos,
como los caídos que yacen en el sepulcro,
de los cuales ya no guardas memoria,
porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa,
en las tinieblas del fondo;
tú cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos,
me has hecho repugnante para ellos:
encerrado, no puedo salir,
y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando,
tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos?
¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla,
o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio,
por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas,
y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo,
me doblo bajo el peso de tus terrores,
pasó sobre mí tu incendio,
tus espantos me han consumido:
me rodean como las aguas todo el día,
me envuelven todos a una;
alejaste de mí amigos y compañeros:
mi compañía son las tinieblas.
Ant. A la media tarde, Jesús clamó con voz potente: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
TERCIA
LECTURA BREVE Is 53, 2-3
Creció en su presencia como un brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
ORACIÓN
Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por Jesucristo nuestro Señor.
SEXTA
LECTURA BREVE Is 53,4-5
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.
V. Jesús, acuérdate de mí.
R. Cuando vengas revestido de tu dignidad real.
ORACIÓN
Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por Jesucristo nuestro Señor.
NONA
LECTURA BREVE Is 53, 6-7
Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
V. Me confinó a las tinieblas.
R. Como a los muertos ya olvidados.
ORACIÓN
Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por Jesucristo nuestro Señor.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios
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