Liturgia de las horas

Oficio de Lecturas

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. 

INVITATORIO

Ant. Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

Salmo 66
QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR
Sabed que esta salvación de Dios, ha sido enviada a los gentiles (Hch 28, 28).

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

HIMNO

Llorando los pecados
tu pueblo está, Señor.
Vuélvenos tu mirada
y danos el perdón.

Seguiremos tus pasos,
camino de la cruz,
subiendo hasta la cumbre
de la Pascua de luz.

La Cuaresma es combate;
las armas: oración,
limosnas y vigilias
por el Reino de Dios.

"Convertid vuestra vida,
volved a vuestro Dios,
y volveré a vosotros",
esto dice el Señor.

Tus palabras de vida
nos llevan hacia ti,
los días cuaresmales
nos las hacen sentir. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.

Salmo 1
LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
Felices los que poniendo su esperanza en la cruz, se sumergieron en las aguas del bautismo.

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
 
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
 
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.

Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.

Ant. 2. Yo mismo he establecido a mi rey en Sión.

Salmo 2
¿POR QUÉ SE AMOTINAN LAS NACIONES?
Verdaderamente se aliaron contra su santo siervo Jesús, tu Ungido (Hch 4, 27).

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
 
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
"rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo".
 
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
"yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo".
 
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho:
"Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:  te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza".
 
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
 
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Ant. Yo mismo he establecido a mi rey en Sión.

Ant. 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.

Salmo 3
CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA
Durmió el Señor el sueño de la muerte y resucitó del sepulcro porque el Padre fue su ayuda (S. Ireneo).

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
"Ya no lo protege Dios".
 
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
 
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
 
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
 
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.

Ant.  Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.

VERSÍCULO

V. No sólo de pan vive el hombre.
R. Sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

PRIMERA LECTURA

Del libro del Éxodo 5, 1—6, 1
OPRESIÓN DEL PUEBLO DE DIOS

En aquellos días, Moisés y Aarón se presentaron al Faraón y le dijeron:
«Así dice el Señor, Dios de Israel: "Deja salir a mi pueblo, para que me celebre una fiesta en el desierto."» Respondió el Faraón:
«¿Quién es el Señor para que tenga que obedecerle dejando marchar a los israelitas? Ni reconozco al Señor ni dejaré marchar a los israelitas.»
Replicaron ellos:
«El Dios de los hebreos nos ha llamado: tenemos que hacer un viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios; no sea que nos castigue con peste o espada.»
El rey de Egipto les dijo:
«¿Por qué vosotros, Moisés y Aarón, soliviantáis al pueblo en su trabajo? Volved a transportar vuestras cargas. Ahora que son ya más numerosos que los naturales del país, ¿queréis que dejen de transportar cargas?»
Aquel día el Faraón dio órdenes a los capataces y a los inspectores:
«No volváis a proveerles de paja para fabricar adobes, como hacíais antes; que ellos vayan y se busquen la paja. Pero la cantidad de adobes que hacían antes se la seguiréis exigiendo sin disminuir nada. Son unos holgazanes y por eso andan gritando: Vamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios. "Imponedles un trabajo pesado y haced que lo cumplan, y no hagáis caso de sus mentiras.»
Los capataces y los inspectores salieron, y dijeron al pueblo:
«Esto dice el Faraón:
“No os proveeré de paja; id vosotros a buscarla donde la encontréis; pero no disminuirá en nada vuestra tarea”. »
El pueblo se dispersó por todo el país de Egipto para buscar la paja. Los capataces les apremiaban: «Completad vuestro trabajo, la tarea, de cada día, como cuando se os daba la paja.» Los capataces golpeaban a los inspectores israelitas que habían nombrado, diciéndoles: «¿Por qué no completáis hoy vuestra cantidad de adobes como antes?»
Entonces los inspectores israelitas fueron a reclamar al Faraón:
«¿Por qué tratas así a tus siervos? No nos dan paja y nos exigen que hagamos los mismos adobes, y tus siervos son los que se llevan los golpes.»
Contestó el Faraón:
«Holgazanes, eso es lo que sois, holgazanes. Por eso andáis diciendo: “Vamos a ofrecer sacrificios al Señor”. Y ahora id a trabajar, no se os dará paja y vosotros produciréis la misma cantidad de ladrillos.»
Los inspectores israelitas se vieron en un aprieto cuando les dijeron:
«No disminuirá la cantidad de adobes diaria», y, encontrando a Moisés y a Aarón que los esperaban a la salida del palacio del Faraón, les dijeron:
«El Señor os examine y os juzgue: nos habéis hecho odiosos al Faraón y a su corte, le habéis puesto en la mano una espada para que nos mate.»
Moisés volvió al Señor y le dijo:
«Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Por qué me has enviado? Desde que me presenté al Faraón para hablar en tu nombre, el pueblo es maltratado y tú no has librado a tu pueblo. »
El Señor respondió a Moisés:
«Pronto verás lo que voy a hacer al Faraón: se verá forzado a dejaros marchar, y aun él mismo os echará de su país.»

RESPONSORIO Ex 5, 1. 3

V. Moisés se presentó al Faraón y le dijo: «Así dice el Señor:
R. Deja salir a mi pueblo, para que celebre mi fiesta en el desierto.»
V. El Señor, Dios de los hebreos, me ha enviado a ti, con estas palabras:
R. «Deja salir a mi pueblo, para que celebre mi fiesta en el desierto.»

SEGUNDA LECTURA

De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 60, 2-3: CCL 39, 766)
EN CRISTO FUIMOS TENTADOS, EN ÉL VENCIMOS AL DIABLO

Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. ¿Quién es el que habla? Parece que sea uno solo. Pero veamos si es uno solo: Te invoco desde los confines de la tierra con el corazón abatido. Por lo tanto, se invoca desde los confines de la tierra, no es uno solo; y, sin embargo, es uno solo, porque Cristo es uno solo, y todos nosotros somos sus miembros. ¿Y quién es ese único hombre que clama desde los confines de la tierra? Los que invocan desde los confines de la tierra son los llamados a aquella herencia, a propósito de la cual se dijo al mismo Hijo: Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra. De manera que quien clama desde los confines de la tierra es el cuerpo de Cristo, la heredad de Cristo, la única Iglesia de Cristo, esta unidad que formamos todos nosotros.
Y ¿qué es lo que pide? Lo que he dicho antes: Dios mío escucha mi clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde los confines de la tierra. O sea: «Esto que pido, lo pido desde los confines de la tierra», es decir, desde todas partes.
Pero, ¿por qué ha invocado así? Porque tenía el corazón abatido. Con ello da a entender que el Señor se halla presente en todos los pueblos y en los hombres del orbe entero no con gran gloria, sino con graves tentaciones.
Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones.
Éste que invoca desde los confines de la tierra está angustiado, pero no se encuentra abandonado. Porque a nosotros mismos, esto es, a su cuerpo, quiso prefigurarnos también en aquel cuerpo suyo en el que ya murió, resucitó y ascendió al cielo, a fin de que sus miembros no desesperen de llegar adonde su cabeza los precedió.
De forma que nos incluyó en sí mismo cuando quiso verse tentado por Satanás. Nos acaban de leer que Jesucristo, nuestro Señor, se dejó tentar por el diablo. ¡Nada menos que Cristo tentado por el diablo! Pero en Cristo estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía de ti la carne, y de él procedía para ti la salvación; de ti procedía la muerte para él, y de él para ti la vida; de ti para él los ultrajes, y de él para ti los honores; en definitiva, de ti para él la tentación, y de él para ti la victoria.
Si hemos sido tentados en él, también en él vencemos al diablo. Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado.

RESPONSORIO Jr 1, 19; 39, 18

V. Lucharán contra ti, pero no podrán contigo
R. Porque yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—.
V. No caerás a espada, salvarás tu vida porque confiaste en mí.
R. Porque yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—.

ORACIÓN

Al celebrar un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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